Comenzó a surgir hace varios milenios. La búsqueda de respuestas a la pregunta: “¿Cómo ser más hermosa, más joven y más saludable?” – comenzó en el antiguo Egipto. Le debemos un agradecimiento especial a la Reina Cleopatra, una mujer en el que su legado fue una de las primeras colecciones de recetas cosméticas que se encontró durante excavaciones. En la antigüedad, los egipcios, así como la gente del siglo 21, disfrutaban de los masajes, hacían depilaciones, utilizaban mucho la aromaterapia en sus tratamientos, se cuidaban las uñas, se deshacían de las arrugas y prestaban mucha atención al CUIDADO del ROSTRO. Los antiguos romanos y griegos, así como los habitantes del medio y lejano oriente, no se quedaron atrás.
En general, en la antigüedad existía un verdadero culto de un rostro y cuerpo más bello y saludable. Durante la época del Renacimiento, el culto del cuidado del rostro y el cuerpo a menudo toma formas grotescas. Representantes de la nobleza blanqueaban fanáticamente la piel del rostro y las manos, se pintaban los labios y las cejas.
Durante muchos milenios, una tez blanca se consideraba el estándar de la feminidad. Inicialmente, no se hacía por belleza, sino como protección de los espíritus malignos.